lunes, 23 de junio de 2014

Dependencia y machismo

            El problema no es la dependencia, el problema es la raíz, ¿de dónde viene eso?, ¿de dónde viene tanta inquietud, tanto miedo?... Nos dirigen y ni tan siquiera nos damos cuenta…

            ¿Qué niña no ha jugado a que su muñeca Barbie se casaba?, y seguramente ese era el día más feliz para esa muñeca, o hipotéticamente debía de serlo, las protagonistas de nuestros cuentos infantiles no completaban su vida hasta que no entraba en acción un segundo personaje, del sexo opuesto, el hombre de su vida, no había errores ni posibilidad de equivocarse, ese, al primero que le entregaban todo, ese era “el elegido”, “el definitivo”, como mí madre a veces, viendo como pasaba cierto tiempo prudencial al lado de un hombre, me preguntaba, ¿es ese ya “el definitivo”?... Pues mira mamá, no lo sé, la vida da muchas vueltas, solo el presente es seguro, el resto no…
            El problema es lo que mamamos desde la cuna, el machismo en biberón, por el simple hecho de ser mujer, de tener el sexo hacía adentro en vez de en el exterior, el problema es que no se educa igual, para las mismas cosas a un hombre que a una mujer, y es evidente que nadie puede llevar una vida igual a otro, cada ser humano es distinto, pero cada cual tiene que marcar su camino, sus metas, y no es justo, que por el simple hecho de pertenecer a un sexo tengas el deber impuesto ya por la sociedad desde antes de nacer que tu sueño más profundo, debe ser el de formar una familia, una familia con un hombre, con el hombre de tu vida, al final me incluyo, casi toda mujer quiere tener hijos en algún momento de su vida, es algo que se supone hay que vivir.

            Y es de ahí de donde vienen todos nuestros males, de las imposiciones, por ese jodido sueño que nos inculcan desde la cuna con príncipes y princesas de cartón que acaban el cuento cuando no ha hecho más que empezar, nos pasamos la vida en “búsqueda”, tratando de hallar a alguien que vea una profundidad y unas cualidades en nosotras que nosotras mismas no tenemos el valor de ver, de ahí el miedo, el miedo a no encontrar y el miedo a perder cuando encuentras a alguien, porque si no te quedas “sola”, sola por dios, ni que se acabara el mundo cayera una bomba atómica y salieras a la calle como en aquella escena del pianista, donde sólo quedan ruinas y cadáveres por todas partes, ¿hasta dónde llega la educación que nos dan?, podríamos volvernos loca con todo lo que se nos impone por ser mujeres…

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